Vuelvo a casa caminando de puntillas, no vaya a ser que se despierten los poetas.

27 ago 2013

Escalera de incendios

Todas las miradas se escurren
por una escalera de incendios
resbaladiza.

Yo me escondo debajo del sofá;
las tempestades de vasos
y cuadros comprados a medias
no son mi fuerte.
Yo soy más de patada en la entrepierna.

En el fondo del vaso
no ha quedado nada:
ni fechas de conciertos,
ni un verso que escribí de noche
para que el amor siguiera silbando,
ni el llavero con forma de bicicleta.

Seguir pedaleando
sin música en los tobillos
es absurdo.

Se han vaciado las botellas
de agua.
Ya no somos minerales
ni naturales.
Tampoco reciclables.

Los bolígrafos
guardan equilibrio en mis rodillas.

En la parada del autobús
me piden fuego
y yo les rozo con mis mejillas.

Comentan el partido de anoche,
pero nuestra derrota es mejor
que cualquier gol por la escuadra.

Me queda una jarra de cerveza,
sin espuma,
de la última vez que nos abrieron
las puertas de la ciudad.
Robé las llaves
y ahora el deseo se ha mudado
a las afueras.

Palabras con heridas de guerra.
Verbos que son cuchillos afilados.
Las frases explotan en mis narices
y yo me relamo.

He aprendido
a recoger sola los cristales,
a lavar las sábanas,
a apagar la televisión.
A abrir latas de sardinas
sin cortarme el dedo corazón.

4 comentarios:

Amapola Azzul dijo...

Es muy importante eso último, besos.

Rafael dijo...

Pienso, como Amapola, en la última reflexión que dejas en tus versos finales.
Un abrazo en la noche.

Noelia dijo...

Supongo que para poder amar o estar con alguien es muy importante el querernos primero a nosotros y saber estar solos.

Anónimo dijo...

A abrir latas de sardinas
sin cortarme el dedo corazón.

muy bueno