Amores de verano
que también meten mano en primavera
y crean tormentas en invierno
y se caen y se levantan las veces que haga falta
en otoño.
Amores de verano
sin calor
con mantas
con guantes y paraguas.
Que saltan charcos
calzando botas de agua y calcetines gorditos.
Cogidos de las mangas de los jerséis de punto.
Amores de verano
de cuatro estaciones,
como las pizzas y los pasaportes.
Que se echan el aliento
en la piel de gallina.
Se frotan los brazos por la noche
después de sujetar una taza de
tu-y-yo calientes.
Que caminan en contra del viento
y no se abrochan el abrigo hasta el cuello
porque quieren lucir los chupetones.
Que comparten alergias
cuando marzo se agota.
Se llaman por teléfono.
-¿Qué llevas puesto?
-Un suéter de lana y las ganas de ti, ¿y tú?
-El radiador en la espalda y las ganas de nosotros.
Amores de verano
de trescientos sesenta y muchísimos
días.
2 comentarios:
Amores de verano soñados tantas veces, que algunos ya vivimos y a veces añoramos.
Un abrazo y feliz martes.
Precioso Nerea, como todo lo que escribes. Te sigo en todos lados y cada vez me gusta más cómo escribes. Un besazo.
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