He dejado notas
en parabrisas
de furgonetas blancas.
He escondido declaraciones de amor
-o algo así-
entre las hojas
de libros que descansaban
en áticos abuhardillados.
He colgado pancartas
en portales
de casas donde una vez dormí
con el aire acondicionado puesto
y el corazón valiente.
Me solté el pelo.
Me lo recogí.
Me lo soltaron.
Una vez fueron las manos del monte,
del frío,
de los caminos llenos de piedra
que llevaban a casa.
También me tocaron
los labios de la pintura,
por todas -y en todas- partes.
Su mejor época fue cuando nevaba
y las habitaciones estaban llenas
de acento vasco y caballetes.
Después se me rasgó el lienzo del corazón
y toda la música
hablaba de Luisiana.
Me he subido a trenes,
de asientos incomodísimos,
que nunca descarrilaban
en clavículas que quisieran dormir
bajo mi barbilla.
Perdí autobuses
por no perderme a mí misma,
y aun así todavía no sé muy bien
adónde va a parar lo que escribo.
He comprado en tiendas de segunda mano
para salvar un poco
a todo lo que para el resto del mundo
ya no era útil,
a ver si así me salvaba yo,
pero siempre me va a parecer atractivo
el amor de noche de verano.
He bebido de vasos
llenos de vacío con hielo.
He arrojado tazas a paredes de papel
que se manchaban de café
y me daban las gracias.
Y aquí sigo:
escribiendo con los ojos cerrados,
como cuando se besa de verdad.
4 comentarios:
Exquisita lectura de unos versos y una vida.
Un abrazo.
Un poema lleno de enseñanzas
Estupendo
Abrazos
Una rebelde.... cuantas cosas has hecho wowwww!!! besitos preciosa :*
A veces el hielo es la clave. Lo que acompaña. Lo que nos acompaña.
Me secuestran estrellas en http://albordedetucama.blogspot.com/
M.
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