Él estudiaba
y yo le estudiaba a él.
Nos despertábamos tarde,
besábamos pronto.
Íbamos al cine el día del espectador
y salíamos cantando I love Rock n' Roll
a grito pelado.
De noche.
Corríamos detrás de la luz verde
de los taxis.
Conocíamos a todos los conductores
de autobuses nocturnos.
Nos esperaban en la parada
con el semáforo parpadeando;
los veíamos desde la calle de enfrente
y acelerábamos el paso
esquivando farolas y pisando propaganda
de prostitutas de lujo.
Cenábamos pizza caminando por el centro,
nos besábamos en todas las esquinas
con la boca manchada.
Nos hacíamos con cervezas calientes
y cinco mecheros por un euro.
Él se compró una moto
y pasamos de la calle
a la arena de la playa.
Las luces del puerto
eran nuestras velas sin perfumar,
creaban ambiente acogedor,
era como un inmenso salón-comedor con olor a mar.
No veíamos estrellas fugaces,
pero por cada ola pedíamos un deseo
y nos metíamos mano diez veces.
Saludábamos a los pescadores
que iban abrigados hasta el cuello.
Yo agitaba la mano con la que sujetaba las zapatillas,
el otro brazo se lo pasaba a él por el hombro.
Éramos unos románticos
a orillas del Mediterráneo.
4 comentarios:
Envidia y nostalgia de una etapa de la vida ya pasada.
Un abrazo.
Y muy románticos :D besos Nerea
Y el olor a sal y el sabor a cerveza llega a través de tus versos.
Enhorabuena.
La primera parte del poema me recuerda a otros que has escrito, con los mismos matices de calles, cerveza, besos y rock and roll. La segunda parte me ha encantado. El mar siempre inspira y trae tranquilidad.
Más vivos que nunca!
Un besito
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