Vuelvo a casa caminando de puntillas, no vaya a ser que se despierten los poetas.

24 oct 2014

Insomnio de un cadáver




Anoche volví a tomar pastillas para dormir.
Eres más fuerte que el sueño
sólo la droga y el alcohol te debilitan y apartan de mí
pero reapareces
como las flores del jardín que un muchacho roba creyendo que así conseguirá follar
como el dolor de garganta
como el hijo sin dinero.

Escribo ahora
por la mañana
a la luz de este octubre carcelero
porque la rabia
me tenía ocupada anoche rompiendo y quemando cosas.

Anoche volví a odiar los aviones
las motos
los contestadores
y las canciones que hablan de números de portal.

Volví a escupir por la ventana
a arañarme las piernas
a romper papeles importantes.

Volví a fumar
me tragué el humo igual que me tragaba tus mentiras.

Volví a dejarme caer
¿me lees?
me dejé caer
yo, que ya me había olvidado de tus infiernos
y vivía cómoda en el piso de arriba con los pies calientes.
Ahora mi cuerpo es un volcán
y mi sangre es magma
y si tuviera cerca un revólver provocaría un fenómeno natural
digno de portada de la National Geographic.

Anoche volví a quedarme sin reloj y sin hambre.

Anoche me pinté los ojos
lloré
y con el rimmel corrido me corté el pelo.

Se me quitaron las ganas de saltar.

Me quedé helada
pero no quise abrigarme.

No quiero más luz,
sé un sol con ella.

Anoche volví a desaprender a vivir sin ti.

Anoche volví a tener miedo
salí corriendo
y me perdí.

Pero vuelve a su ombligo
al mes de su calendario
que te domestique,
vete con ella
yo ya estoy muerta.

17 oct 2014

Sin Alhambras



En la noche de sábado
de un miércoles
te pusiste a tocar
y yo me relamí mirando los dedos de tu mano izquierda.

Afuera Valencia era Lisboa
y un poco también pueblo de Alaska.
Una chica se masturbaba en un edificio de fachada verde.
Un vendedor ambulante con bufanda gritaba maravillas de una obra de Kafka.

Llegué hasta ti
como un carrito de la compra llega al pasillo de las cervezas.

Las luces de los portales son velas de cumpleaños.
Somos jóvenes.
Jóvenes como unos vaqueros en el escaparate
un libro en el camión de la imprenta
unas bragas en el primer curso de instituto.

Vivimos a tientas
en vuelos nocturnos con tormentas eléctricas y turbulencias.
Pero juntos.

Corremos por las carreteras secundarias
que son las arrugas de nuestras sábanas.
Nos atropellamos
perforamos el depósito
huele a gasolina
nos vamos a matar.

Escúchame:
me da igual colgar de un árbol
en el tramo más peligroso del Nilo
si estoy contigo.

Nuestra cartera está vacía
-el dinero me da ganas de jugar
con las vértebras de los banqueros
al tiro con arco-,
déjame que te enseñe a llenarte las manos de algo mejor.

Esto es tinta
pero huele a sangre.
Tú eres hombre
pero hueles a libro.
Contigo quiero perder todos los días el marcapáginas
releerte
pasar el dedo por tus líneas
no saber por qué capítulo voy y empezar desde lo que ya leí ayer.
Redescubrirte
subrayarte
pero jamás recomendarte: sólo yo puedo doblar tus esquinas.

Me crecen los brazos
cuando señalo con ellos
que te quiero desde aquí hasta aquí.

Te quiero
aunque desde el balcón no veamos la Alhambra.

Aunque me dé miedo
te quiero.
Te sigo queriendo
aun sabiendo que quererte
es meter los dedos en un enchufe.

8 oct 2014

Confesión mecanografiada





Nuevo Documento de Word, nº87.
Octogésimo séptimo intento de fingir que me das igual,
que te he olvidado,
que me importa una mierda no ser la reina de tu baile.

No soy nada convincente.
Mi perro no me cree,
es que no me creo ni yo.

Te atropellaría
ahora mismo
con un vagón lleno de pasajeros
y les encendería el típico letrerito de aplausos
de los programas de humor malo
para que vitorearan tu pérdida.

Llevo los brazos en cruz
para no perder el equilibrio
pero siempre acabas apareciendo tú
cambiando el sol por un vinilo de mi cantante favorito,
entonces miro hacia arriba y me tropiezo.

No sé dónde caigo
pero estoy segura de que muy lejos de ti.
Lejos de los bares
lejos de las chaquetas vaqueras
lejos de los pañuelos que me protegen la garganta.
Demasiado cerca de las canciones de blues.

Soy carne de melodía triste de armónica
en la celda más oscura de la cárcel.

Escondo con vergüenza mi traje de abandonada
pero tengo que aprender a lucirlo.
Tengo que volver a caminar haciendo ruido,
ya sea por los tacones
o por los espejos rotos que llevo dentro.

Me he disparado en la lengua
y en vez de sangre han salido cartas.
Todo mi cuerpo está lleno de folios escritos que nunca te envié,
fechados y firmados
donde me confieso suicidamente tuya.

Ahora ya lo sabes.

5 oct 2014

Mi dueña




En las páginas de contactos
del periódico
no hay ninguna musa que yo pueda pagar.
Así que he vuelto a recaer en la tuya.

La musa que me quita la alfombrilla antideslizante
de la bañera
y hace que me golpee la cabeza
contra el grifo de agua caliente.

La musa sin complejos corporales
madre de Caín,
que se pasea desnuda
únicamente cuando tiene claro que alguien puede verme llorar.

La musa que no te ha olvidado
a pesar de los arañazos
los corazones importados
las gotas de otros aspersores.
A pesar de eso
o por eso
no te ha olvidado.

La musa que me lee tu cuento
cada noche,
musa árbol que crea sombras terroríficas
en la pared de mi habitación
y no me deja dormir.

La musa cuervo
musa araña
musa serpiente sin cascabel
que se acerca despacito pero directa
como tú al culo de otra
a los dientes de otra
a los poemas de otra.

La musa virus
musa enfermedad sin tratamiento
musa inmune a cualquier vacuna.

La musa cielo
que me recuerda a diario
que preferiste las alas
de otro ángel caído.

La musa barata
gratuita
que sólo me cobra llevándose la piel de mi espalda.

La musa que no te guarda rencor
la musa imbécil.