A estas
horas en las que sólo se escucha
el ruido de
la nevera.
A estas
horas en las que las oportunidades perdidas
martillean
en la nuca
y bailan
bachata apretándonos el cuello.
A estas
horas en las que todo está tan roto
que incluso
con zapatillas
nos clavamos
restos de jarrones que se rompieron vacíos.
A estas
horas en las que sólo hay luz
en el baño
del poeta
en las
gasolineras
y en las
farmacias de guardia.
A estas
horas en las que no hay música que amanse a la soledad.
A estas
horas en las que vomitan los adolescentes.
A estas
horas en las que las putas
escriben en
verso.
A estas horas
en las que malinterpretamos las miradas.
A estas
horas en las que el verano se acobarda
y da media
vuelta
como cuando
Víctor llevaba a clase
todos los
días
una carta
y terminó
primaria sin dejarla en el pupitre de Julia.
A estas
horas en las que se fingen los orgasmos.
A estas
horas en las que los microondas
besan en la
frente a las pizzas.
A estas
horas en las que los niños
ensayan
besos con lengua
en el espejo
del baño.
A estas
horas en las que el último culo
se levanta
de la butaca del cine X.
A estas
horas en las que se vacía la bombona de butano.
A estas
horas en las que
“-quédate a
dormir.
-mejor otro
día, adiós”.
A estas
horas en las que no pasan las horas.
A estas
horas en las que las zorras se creen gatas pardas
y ni
siquiera llegan a mosquitas muertas.
A estas
horas animales.
A estas
horas en las que todos los sombreros
cuelgan del
pomo de las puertas.
A estas
horas en las que
rodeado de
colillas de porros mal liados
te destroza
la certeza de que jamás volveré a ser tuya.