Vuelvo a casa caminando de puntillas, no vaya a ser que se despierten los poetas.

29 jul 2014

Estoy enamoSHHH





Cuando camina sobre el escenario
de esta ciudad desgastada
parece un barco en alta mar
venciendo a toda clase de oleaje.

Todo lo que sé sobre andar
con pantalones cortos
sin que las zarzas del miedo me magullen las piernas
lo aprendí de él.

Ahora paso la lengua
por cada ortiga que me encuentro en el camino,
son como algodón de azúcar si tengo su saliva protectora.

Le miro y sonrío.
Le miro y me da la risa
en efectivo.

Si me clavaran dardos en los ojos
sangraría todo el color de los suyos,
por tantas veces que le he mirado fijamente.
Le miro sin pestañear,
no me asusta que me robe el color de los míos.

Es un manual de supervivencia.

Cuando ve que estoy a punto de ahogarme
no me trae tablones de madera
sino dos jarras de cerveza
para que nos hundamos juntos.

Ha señalizado todos los precipicios de mi cuerpo
y del suyo
con enormes carteles que dicen “acelera, por aquí vas bien”.

Me ha enseñado a administrar las provisiones de voz
para no quedarme afónica
por si tengo que gritar algún “vuelve”.

Ha quitado todas las señales
de límite de velocidad
que tenía mi corazón.

Es un manitas.
Ha organizado en cajones de roble
todos mis recuerdos;
etiquetados alfabéticamente
empezando por “Arranques de cursilería”
y terminando por “Zozobras que se quedaron en susto”.

Es canción cuando un silencio
se me clava en la yugular.

Es tirita cuando el verano
se me desprende de la espalda llevándose mi piel.

Es visión nocturna
cuando las luces del bar se apagan.

Es,
es,
es…

Es que hace tiempo que “un latido para mí y otro para ti”.
Es que ya sólo sé bailar
si está él mirándome el culo.

25 jul 2014

Me concedo esta fuga





La alambrada que hay sobre tu muro
ya no me pincha,
he conseguido trepar y huir de tus malditas canciones.

Todas las puertas cerradas
que tu corazón de circo me ha puesto delante
las he abierto a cabezazos;
si ahora sangro es porque soy libre.

Si ahora escribo es porque estoy convencida de cicatrizar;
no quiero que me cosan la herida
con toda la mierda dentro,
por eso aprovecho ahora que se ha roto esta bolsa de basura
para contarle al mundo,
o a quien esté dispuesto a jugarse el sentido de la vista
leyendo tantas palabras puntiagudas,
que tu funeral ha sido la mejor Nochevieja de mi vida.

Escribir sobre ti
es transformar el folio
en la avenida de una ciudad cuyos basureros están en huelga.

No estoy escribiendo un poema,
gilipollas,
te estoy empujando.
Acabas de caer de culo
sobre un clavo oxidado
al que están ensartadas tus mentiras.

La culpa es mía: no leí el prospecto
y engullí tu corazón con piel incluida.
Pero el lavado de estómago ha llegado a tiempo,
ahora soy ignífuga y me río de tu voz incandescente.

Le he metido el dedo al ojo de tu huracán.

Me pone cachonda ver
cómo los pedazos inservibles de tus promesas
visten el suelo mohoso de las cloacas;
aquí arriba vuelve a oler bien,
ya no hay sitio para tu podredumbre.

Un punto final es un chaparrón,
y el que te he puesto a ti
está limpiando mi calle
arrastrando todas las flores muertas cuesta abajo.

20 jul 2014

Instrumento de percusión





Yo antes dormía.
Ahora escribo, bebo y echo de menos.

Por el día soy un ser humano,
por la noche no sé lo que soy.
Los fantasmas que me dictan lo que te escribo
dicen que tengo los labios demasiado rojos
para estar muerta
pero luego me ven el corazón tan descosido y nublado
que me abrazan diciéndome “bienvenida”.

Me cuidan apartándome los mechones de pelo
que se enredan en mi bolígrafo negro;
soplando la llama del mechero
cuando después de quemar tu carta me hipnotiza el fuego;
acercándome otro folio si mis lágrimas lo bombardean.

No hay escudos contra sollozos.

Por las noches naufrago,
incluso mis costillas flotantes se hunden.
De madrugada aquí no quedan en pie ni los acantilados,
todo el territorio se allana y desaparece;
no hay montañas en las que resuene el eco de mis “quiéreme cerca”.

Mi boca es una casa abandonada
a la que los niños se acercan para arrojar piedras
y hacer apuestas de valentía.
Todos mis muebles están cubiertos con sábanas blancas desgastadas,
quiero que seas tú quien las aparte,
quiero que seas el único que se mueva en mi pista de baile.

Cuando se hace de día
vuelvo a sentirme el corazón,
no son latidos: son tambores de guerra,
el retumbar de mis ganas de luchar por ti.
Luchar por ti,
ya ves,
siempre me gustaron las cornisas resbaladizas.

15 jul 2014

Besos y cerillas





No te besé
porque sabía que sería como comprobar
con la lengua
que la plancha está suficientemente caliente
como para quitarle las arrugas a mi camisa
y agujerearla por completo.

Soy un Ave Fénix
con la asignatura de resurgir suspendida
y no quiero que me recojan
como a un cenicero que un perro ha tirado a la alfombra.

Un beso se convierte fácilmente
en una antorcha.
Un beso y una cerilla son gemelos,
adivina cuál es el hermano malo.

Tus labios son el asa de una taza de café
recién servida.
El asa no quema,
decían.
El vaso tampoco,
aseguraban tranquilos.
Mentían.

Estuve a punto de convertirme en leña
cuando te pusiste delante
pidiéndome que completara tu chimenea.
Me invitaste a pasar
pero me tropecé con el felpudo,
y cuando aprendí a saltarlo
se me olvidó cómo se mira hacia delante.

Me asustaron tus llamas,
pero ahora sé que el verdadero villano de esta novela
es la ausencia de ellas.

Es mejor vivir calcinado
que dormidos y arrepentidos.
Pero eso lo pensé después
cuando ya no había tiempo,
que es cuando se piensa todo lo bueno.

11 jul 2014

Tu nombre




Le pondría tu nombre a una calle.
A una casa.
A un plato combinado.
A un huracán.
A un cóctel.
A la suite de un hotel de lujo.
Al camarero acabado de un bar a punto de cerrar.
A una guerra entre dos países.
A una enfermedad degenerativa.
A una canción de M-Clan.
A una droga de diseño.
A una cala valenciana.
A un caso de asesinato que lleva años abierto.
A un planeta.
A una corriente filosófica.
A una tribu caníbal.
A una ruta marítima.
A una pirámide de Egipto.
A un depósito de cadáveres.
A una revista porno.
A un barco pirata.
A una muerte súbita.
A la marca de la goma de unas bragas en la cadera.
A un tratado de paz.
A un producto de la teletienda.
A un paso de baile.
A un agujero de bala.
A una tienda de artesanía.
A un pintor impresionista.
A una emisora de radio.
A un truco de magia.
A un cortocircuito.
A unas fiestas patronales.
A una mansión embrujada.
A una atracción de feria.
A una bacteria.
A una oferta vacacional.
A un cuadro de Manolo García.
A un periódico.
A la curva más peligrosa de una carretera secundaria.
A un colegio de monjas sólo para niñas.
A una tienda de sombreros.
A un manual de posturas sexuales.
A un acróbata sin red de seguridad.
Le pondría tu nombre a todos mis silencios nocturnos
hasta que le tocase aparecer en una lápida del cementerio.

6 jul 2014

Vertedero





He cantado una de nuestras canciones.
Al terminar me he llevado las manos a la boca:
sangre.
La melodía ha sido la culata de un revólver
que me ha reventado los dientes.
Estoy escupiendo besos muertos
como flores que un marido abandonado se ha olvidado de regar.

Tengo el alma en los huesos
y no te imaginas la cantidad de calles que son perros en esta ciudad.

Me encantaría estrangularte
en cada semáforo donde nos dimos un beso.
Semáforos en rojo que nos aconsejaban que parásemos de utilizar la lengua,
que nos advertían que siempre llega el trabalenguas
y tú no estabas preparado para quererme sin equivocarte de sílaba.
Al final un autobús
rojo también
nos arrolló con un presente de indicativo de primera persona del plural impronunciable.

Lanzo por el balcón papeles con tu nombre escrito;
los niños los cogen y se los leen a sus madres
en voz alta,
ellas rompen los folios
y les castigan sin postre por decir palabrotas.

Crié un cuervo y me hizo cosquillas.
Crié una mariposa
y me empujó a las vías batiendo sus alas
-no te fíes ni de la tinta de un boli recién comprado-
por suerte el último tren ya había pasado,
perderlo me salvó la vida.
Ahora soy más de aviones
y de compartir coche
y de caminar: le he perdido el miedo a todas tus piedras.

Cada vez que pienso en ti
mi cabeza se convierte en vertedero.
Este poema apesta.